jueves, 19 de agosto de 2010

La paradoja de la inmortalidad

Fuente: http://www.neuroeconomia.cl/blog/2009/05/la-paradoja-de-la-inmortalidad/#more-253

Existen supuestos básicos bastante compartidos por quiénes estudian las bases biológicas de la toma de decisiones, este es el principal:
La función del cerebro puede caracterizarse, en lo macroscópico, como toma de decisiones en pos del bienestar evolutivo. En un principio fue la necesidad de adquirir suficiente energía del ambiente para mantener la estructura y organización funcional de los organismos (vencer la entropía dirían), y la mejor, o la más vistosa solución, fue la invención del cerebro como regulador de la conducta adaptativa (gracias a la presión del ambiente y la existencia de genes como receptáculos de información que trasciende las generaciones).
Qué tiene que ver todo esto con el título: Estaba viendo la charla de Aubrey de Grey sobre el envejecimiento como una enfermedad más, que debe ser curada. Sin duda uno de los temas más llamativos para el ser humano, hace muchos siglos, es la idea de extender la vida llegando eventualmente a la inmortalidad. Para quiénes tenemos aprecio a la vida pero pensamos que ésta es finita (finita en serio, nada de continuidad arriba de las nubes), creo que es la salida lógica.
Sin embargo hay algo paradójico. El cerebro asigna valor a las cosas, situaciones, personas, etc.  a lo que compone la vida, porque es sobre la base de ese valor que puede elegir entre distintos cursos de acción; y necesita decidir entre distintos cursos de acción porque debe mantener vivo del mejor modo posible al organismo en que se inserta, durante la mayor cantidad de tiempo posible, para que esparsa material genético en la población antes de su desintegración.
Si no hubiese existido la finitud de la vida de los animales, dificilmente hubiese surgido un cerebro que asigne “valor” a la cosas de la vida. Luego, ¿Qué pasará cuando la ciencia le gane a esa finitud? ¿Cuando el gusto por la vida, que lleva a la búsqueda de su extensión, termine con el peligro y la necesidad de la cual se originó dicho gusto? No es que dejen de operar los mecanismos ya existentes en nuestra cabeza para asignar valor, pero ciertamente se les cambian las reglas del juego y podrían dejar de generar los efectos que hoy generan…. ¿Por qué hacer hoy cualquier cosa que puedo hacer mañana, o en 50 años?
Un ejemplo: El sistema dopaminérgico, buena parte del sistema encargado de valorar las recompensas que encontramos en el camino, dispara con mayor intensidad por un objeto, situación o persona deseada si se entrega al corto plazo, que un equivalente, o un estímulo aun más atractivo entregado en el largo plazo. Efectivamente parace más atractivo un millon de dolares hoy, que 100 millones en 80 años. ¿Pero si sé que en 80 años estaré en las mismas condiciones de salud que hoy? y que en 200 años más seguiré vivo e igual de sano? yo al menos empezaría a pensar en la diferencia que esos 99 millones pueden hacer durante los millones de años que faltan para el big chrunch.
Creo que el miedo a la desintegración tiene bastante que ver con nuestra motivación por el  movimiento, en pos de “metas” y placer. Tiene que ver finalmente con la cómica cadena de ambiciones personales que dan forma a la historia. También creo que a una futura generación le tocará lidiar con la inexistencia de ese temor, ¿Cómo les irá? (por si leen esto en ese futuro, ”¿Cómo les irá?” es una pregunta típica que se hacía a comienzos del siglo 21, cuándo la gente podía tener buenos o malos resultados. Un “resultado” era…bla bla )

No hay comentarios:

Publicar un comentario